martes, 30 de junio de 2009

¡Nos vamos de boda!


El pasado mes de abril estuve en una boda. Para algunos puede que fuera una boda dentro de lo normal. Aunque yo pienso que cada vez este tipo de boda es menos frecuente. La boda era por la Iglesia. Un matrimonio en el que los dos novios eran creyentes, y se casaban por la Iglesia por decisión propia (sin influencias familiares) y convencimiento firme. Por eso afirmo que es poco frecuente. Pocas veces se ve últimamente este tipo de bodas. Cada vez más, las bodas en las iglesias se celebran con la intención de contentar a algún familiar (siempre la madre o la abuela), o por el simple hecho estético de celebrarlo en una iglesia, normalmente más vistosas que un simple ayuntamiento. Nunca entenderé este tipo de ceremonias, en las que ves que si alguno de los contrayentes ha pisado en su vida una iglesia, reniega de ello, o, en el mejor de los casos, ya no lo recuerda. Y después de la boda... pues ya volverá a pisarla en otra boda, o en el bautizo de sus hijos (muy bonitos también). Personalmente no lo comprendo, yo me sentiría muy incómodo teniendo que participar en un circo de esa magnitud, siendo yo el protagonista, y siendo el que menos sentimiento tuviera en esa situación.



En este caso el compromiso no era ante los esposos o ante los testigos. El compromiso se hizo ante Dios. Porque Dios es entendido como la fuente de todo amor, el Amor en mayúsculas. Y el matrimonio no es más que eso, la demostración del amor mutuo que llevaba a los novios a esa decisión vital, a llevar a cabo la vocación de pareja, de formar una nueva familia, que ambos sentían.



Siguiendo con la ceremonia, personal y subjetivamente, fue muy emocionante. Los novios prepararon todo, desde la celebración hasta los adornos de la iglesia. Una celebración hecha desde el corazón, con el sentimiento de que es un día fundamental en su vida. Y es que, además, aconteció otro hecho tremendamente inverosímil hoy en día: los novios aún no vivían juntos. Para ellos desde que vieron que su relación tenía futuro, y empezaron a pensar que ese noviazgo podía convertirse en una vida en común, estaba muy claro que el paso siguiente era casarse. De ese modo, la celebración de la boda resultaría mucho más especial. Suponía un cambio en sus vidas, no una celebración festiva más, no unos papeles firmados, sino un compromiso de vida. Una auténtica revolución en su día a día y en su rutina.



Y así, rodeados de familia y amigos, con una celebración íntima y personal, se desarrolló el paso que supuso el cambio más importante de sus vidas, que a partir de ese momento pasó a ser SU VIDA, la única, la que comenzaban en común a partir de ese momento.



Después de la celebración, gente que reniega de todo lo que tenga un ligero regusto religioso, gente que odia las bodas, gente que se pone enferma con solo pisar una iglesia, me comentó lo mismo: que había sido una celebración preciosa, que no se le había hecho nada larga y que había disfrutado como nunca en una boda.



Para mí, personal y subjetivamente, fue la más bonita que he vivido nunca. Sobre todo, me quedo con las siguientes palabras,



Donde tú vayas yo iré, donde tú vivas yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras yo moriré, y allí quiero ser enterrada. Y nada, ni siquiera la muerte, nos separará jamás.



que, la que hasta entonces era mi novia, y a partir de ese momento pasó a ser mi mujer, me dijo mirándome a los ojos frente al altar.




lunes, 22 de junio de 2009

Hace taaaaaaanto tiempo...

Es cierto, hace mucho tiempo que no escribo, ni siquiera me paso por aquí. Todo tiene su explicación. La explicación fundamental es el cambio. Cambio de vida, en general. Han sido muchas cosas que me han tenido demasiado ocupado como para tener tiempo de pensar un poco y dar rienda suelta a mis dedos para ser los fieles testigos de mi alma. Si hubiera escrito, no creo que hubiera podido expresar nada coherente, entre líos, nervios y demás alteraciones.

Pero no hay ausencia sin regreso. Por eso estoy hoy aquí, delante de mi nuevo ordenador, con mi nueva conexión a internet, en una de las nuevas habitaciones de mi nueva casa, sentado en mi silla nueva. Y claro, tanta novedad no puede sino traer nuevas ganas, nuevas ilusiones, nuevas ideas.

Por eso estoy hoy aquí (no es que me falten palabras, es que me gusta el recurso de la reiteración). Reitero, por eso estoy hoy aquí. Con el firme compromiso de retomar este blog, para que con un poco de suerte vuelvan mis (pocos) asiduos lectores, y con un poco más de suerte, captar nueva cibersangre a la que pueda dar un momento, aunque sea pequeño, de reflexión, de sonrisa, de ¡cómo no! cabreos varios, de luces o de sombras, de complicidades, frikismos, ilusiones o desilusiones, en fin, algo. Algo que toque el corazón, o siquiera lo roce como una breve brisa.

Por eso estoy hoy aquí, para volver. Tengo muchas cosas que he querido escribir en este tiempo, algunas las esccribiré, otras las guardaré en el cajón. Pero bueno, intentaré estar a la altura.

Saludos.


Sergio


Hombre de ciencia, hombre de fe