martes, 4 de noviembre de 2008

Cómo amar a un asesino

Después de una entrada un tanto polémica, vamos a relajarnos un poco y disfrutar. Porque para disfrutar (aunque no relajarse) es Dexter.



Una serie que este año emite su tercera temporada, en la que se nos cuenta la vida de Dexter Morgan, un investigador forense que trabaja con la policía de Miami colaborando en la resolución de los asesinatos en los que haya sangre. Y es que la sangre es la especialidad de Dexter, tanto en el sentido laboral como en sus ratos de ocio.

La razón es que el adorable Dexter, el sonriente vecino modélico que aparece día sí y día también por la comisaría cargado de donuts para sus compañeros, cuando cae la noche deja salir su verdadero yo: un despiadado asesino en serie, sin remordimientos, sin un ligero temblor en el pulso, sin miedo, sin piedad.

Pero no es un psicópata cualquiera. Ha conseguido canalizar su necesidad de matar, para al menos, alcanzar un bien superior. Con su impecable metodología localiza a asesinos que no han sido condenados por la justicia, y ejerce su propia justicia poética.

Lo malo es que Dexter consigue caer bien. Es más, se le puede llegar a adorar, aún sabiendo que en el fondo es un monstruo. Ese Oscuro Pasajero que domina su existencia quizá no sea tan poderoso como él piensa, y hay determinados elementos que provocan la humanidad que Dexter cree no poseer.

Entre estos elementos está la gran Rita. Es la novia de Dexter, y no sabe de sus aficiones nocturnas. Le ama, le ama con locura. La pregunta es: ¿le amaría sabiendo que es un asesino? ¿Le amarían también su hermana adoptiva, los hijos de Rita, su jefa, el fantástico Ángel o el inigualable Masuka, si supuieran lo que esconde en su aparato de aire acondicionado?

Lo cierto es que los que vemos la serie lo sabemos, y le amamos. Quizá sea por el bien que hace a la humanidad, quizá sea por su encanto, o quizá por su atractivo físico. El caso es que se demuestra que incluso el más implacable de los asesinos puede ser digno de ser amado.

En realidad, pienso que todo es ocasionado por la ensoñadora ficción de la televisión. Creo que sería incapaz de adorar a alguien así en la vida real. Jamás un fin justifica unos medios, y menos aún unos medios tan sanguinarios y oscuros. También adoramos a Sylar, a Ben Linus y a Gollum, aunque puedan ser los seres más despreciables de la existencia.

Dexter, producto televisivo absolutamente recomendable. Aún más recomendable, en versión original. La profunda voz de Michael C. Hall, así como los giros hispanos de María Laguerta y Ángel Batista pierden sentido en la versión doblada. Y eso que en España tenemos grandísimos actores de doblaje. Hasta la próxima.

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